La incorporación del sonido en el cine aporto un importante complemento a la imagen. El proceso comunicativo se hizo mucho más ágil y penetrante, ya que el espectador pudo captar el mensaje cinematográfico a través de sus dos sentidos más receptivos y desarrollados, la vista y el oído. La representación ofrecida en la pantalla ganó realismo e intensidad perceptiva, pero también en opciones creativas.
El sonido ayuda a la compresión de la imagen, transmite lo que esta no puede dar por si sola o añade nuevos significados a la narración.
Las proyecciones del cine mudo, sin embargo, no siempre se realizaban en silencio. Un narrador leía los intertítulos o hacia comentarios sobre lo que se veía. Un piano, un violín, un órgano o una orquesta en los locales más lujosos interpretaban fragmentos musicales adecuados al ritmo y al tono emotivo de la escena o bien, en casos excepcionales, una partitura compuesta en exclusiva para la exhibición de una película particular. Otras veces el sonido precedía de un gramófono, sincronizado o no con la proyección. En cualquier caso, en los últimos años del cine mudo, la imagen cinematográfica había alcanzado tal nivel de expresividad que conseguía sugerir el sonido.
La transformación del cine en sonoro impuso modificaciones en su estética. La narración gano en comprensibilidad, complejidad, y profundidad al poder explicar verbalmente lo que antes se sugería visualmente o se sintetizaba en el texto de los intertítulos. Al desaparecer estos, los planos duraban más, con objeto de dar tiempo a los personajes para que hablaran. Como contrapartida, el lenguaje visual se empobreció durante los primeros años del cine sonoro. Al rodarse con sonido directo, la cámara tuvo que encerrarse en una cabina herméticamente cerrada que la insonorizada, por lo que perdió su capacidad de movimiento, lo mismo que sucedió con los actores, que tenían que situarse junto a los micrófonos mientras hablaban. Ambos problemas no tardaron en solucionarse, mediante la fabricación de cámaras insonorizadas y el uso de micrófonos móviles. Más adelante, la grabación del sonido consiguió liberarse del rodaje, con la posibilidad de realizarse posteriormente o con independencia a este. De esta forma, fue posible elaborar bandas sonoras muy complejas, con mezclas de sonidos de muy distinta naturaleza y procedencia. Con el sistema denominado play-back, utilizado sobretodo en las películas con números musicales, el sonido se graba con anterioridad al rodaje y se reproduce durante este, lo que descarta eventuales fallos en la interpretación.
Al igual que ocurre en lo visual, la banda sonora es selectiva y fruto de un proceso de elaboración, en el que volumen, tono, ritmo, duración y velocidad del sonido constituyen variables al servicio del contenido que se pretende transmitir y de la intención comunicativa del autor.
Habitualmente existe una sincronía y correspondencia entre lo que se ve y lo que se oye en la pantalla, pero las necesidades expresivas pueden dar preferencia a otras posibilidades: el contraste, la analogía, la asincronía y discordancia entre imagen y banda sonora; la subjetivización, la elipsis, la distorsión y la sustitución del sonido, etc., lo que crea un amplio campo de experimentación, en el que también habría que incluir el silencio como efecto.
El sonido ayuda a construir la ilusión de otras dimensiones, ya sean materiales o intangibles. La resonancia o la estereofonía, por ejemplo, añaden tridimensionalmente al espacio. La continuidad y las relaciones existentes entre acciones que transcurren en tiempos o espacios distintos se pueden construir asimismo a partir de la banda sonora, como sucede en la expresión verbal de un recuerdo o en el uso del leit motiv wagneriano cuya recurrencia evoca una situación o personaje a los que se vinculo en su primera aparición.
Los procedimientos del cine sonoro
La grabación del sonido durante el rodaje obligo a modificar el sistema de trabajo, a fin de eliminar ruidos en el plato, mientras que la reproducción del sonido en las salas de proyección requería unas instalaciones complementarias. Todo ello retraso algunos años la generalización del cine sonoro.
El lanzamiento de este fue promovido por El cantante de jazz (1927), una película que ofrecía sonido en algunos momentos de la proyección mediante el sistema Vitaphone, que sincronizaba la imagen con la reproducción mecánica del sonido procedente de un gramófono.
Su éxito impulso el cine verdaderamente sonoro, según el procedimiento Movietone, que registraba ópticamente la banda sonora sobre la misma película, lo que solucionaba el problema de la sincronización en la proyección.
Desde principios de la década de los cincuenta, el sonido comenzó a grabarse magnéticamente, lo que le proporcionaba mayor nitidez, además de la posibilidad de la estereofonía. Los sistemas de pantalla grande lo incorporaron a la proyección de sus películas. La salida de las diversas pistas se distribuía por diferentes lugares de la sala de proyección, contribuyendo a crear una ilusión de “profundidad sonora”. En la actualidad se ha difundido el sistema Dolby, que elimina el ruido de fondo y proporciona un sonido de gran fidelidad, además de la estereofonía en la versión Dolby-Stereo.
La palabra
A partir de la transformación del cine mudo en sonoro, el tono, el volumen, el ritmo y el acento de la dicción se incorporaron a los recursos de la interpretación cinematográfica. La filmación con sonido directo permitió recoger la actuación en su plenitud visual y auditiva. La posibilidad de oír a los grandes mitos se convirtió en un nuevo reclamo publicitario (así se anunciaba la primera película de Greta Garbo en un cine de la época).
Más adelante, con la implantación del sistema de doblaje, realizado en una sala especial con posterioridad al rodaje, se pudo manipular la grabación de la palabra, añadiendo la voz a una imagen que no la tenía o sustituyendo la original por otra.
La palabra es una faceta tan medida y depurada como puedan serlo otros aspectos de la película. La limitación temporal de la proyección exige que sea precisa y plena de significado. Por otra parte, el tipo de lenguaje empleado (solemne, vulgar, irónico, científico, etc.) perfila la caracterización tanto de los individuos como del ambiente.
La palabra aparece generalmente como parte de un diálogo, a través del cual se verbalizan las relaciones entre los personajes. A veces el que habla se encuentra fuera del campo de la cámara, momentánea o permanentemente (voz en off), como sucede en las evocaciones, relatos de tipo subjetivo, etc. El monólogo se utiliza sobre todo bajo la forma del comentario, como en el documental, aunque también puede servir para oír lo que piensa un personaje.
La música
Las canciones que el público oyó interpretar a Al Jolson en El cantante de Jazz (1927) marcaron el fin del cine mudo. Más allá de la pura anécdota, conviene señalar como el lanzamiento del cine sonoro estuvo vinculado al espectáculo musical. Como medio de diversión de masas, el primer cine sonoro americano concedió la primacía, o al menos un lugar muy importante, a las actuaciones musicales, imponiéndose lo auditivo sobre lo visual.
Tras los excesos de estos años tempranos, la música encontró su lugar entre los elementos propios de la expresión cinematográfica. Desde entonces, y por mínima que sea su presencia, su contribución al cine ha sido constante. Dentro de ella se ha destacado la labor de Victor Young, Cole Porter, Max Steiner y Ennio Morricone.
En ocasiones se ve en la pantalla el instrumento musical o al cantante del que procede la interpretación de una pieza musical (música diegetizada). Pero lo más frecuente es que se oculte la fuente de la música y que esta no sea la protagonista, sino que cumpla la función de acompañamiento de la acción (música no diegetizada). De este modo, además de añadir fluidez a la narración, proporciona el tono dramático de una escena, subraya su emotividad, comenta lo que acontece en la imagen, preludia acontecimientos, suple a la palabra o a los ruidos, etc. Para ello adapta su tono, su ritmo y los instrumentos que la interpretan al contenido de la acción que ambienta, pues el lirismo intimista de unos violines, por ejemplo, tiene un valor emotivo muy distinto al de una triunfal orquestación sinfónica. Por todas estas razones, la banda sonora de música, excepto en el género musical y en películas que contengan la interpretación de ciertas piezas incluidas en la narración, se compone y se graba después de que el rodaje y el montaje se dan por terminados, con objeto de que la partitura se ajuste a la duración, ritmo y dramatismo de la imagen.
El ruido
La audición del ruido producido por los cuerpos cuya imagen se proyecta en la pantalla presta credibilidad a la representación cinematográfica.
Lo más frecuente, sin embargo, es que el ruido se encuentre en off, proporcionando el ambiente sonoro de una escena cuando esta pertenece a una acción o transcurre en un lugar caracterizado por el (fabrica, batalla, cabalgada, etc.). En este sentido, ciertos ruidos se han convertido ya en un tópico ambiental de algunos géneros, como los disparos en el western o los crujidos en el terror.
El ruido puede convertirse en un elemento altamente sugerente, capaz de transmitir un significado por su misma audición, por lo que eventualmente es utilizado en sustitución de la palabra, e incluso de la misma imagen. Salvo excepciones, su uso es limitado, pues su reiteración molesta fácilmente al espectador.
Ante la dificultad de controlar con exactitud el ruido durante el rodaje, especialmente en lo que se refiere a su intensidad cuando va acompañado de palabra y/o música, se suele registrar con posterioridad. Su grabación se consigue en ocasiones con unos procedimientos muy distintos a los que producen el sonido en la realidad.
En el cine fantástico, la aparición de seres u objetos extraños impone la creación de sonidos sumamente artificiales. Por otro lado, en la banda sonora de algunas películas catastróficas de las últimas décadas se ha utilizado el sistema sensurround, con vibraciones de frecuencia inferior a la audible, que producen un efecto sensorial de opresión o zumbido.
Los ruidos forman una banda sonora propia. El técnico o ingeniero de sonido, a cuyo cargo corre la realización del montaje sonoro del film, los combina convenientemente con los otros dos tipos de sonido (música y palabra) en la mesa de mezclas, hasta que llega a conseguir una única banda sonora y su adecuación con la imagen.
Referencias
Francisco J. de la Plaza y María José Redondo. «El cine: técnica y arte». ANAYA